Con profundo respeto y sincero agradecimiento, nos detenemos un instante para honrar la memoria del Maestro Rafael Ithier, pilar y timonel de la universidad de la salsa: El Gran Combo de Puerto Rico. Su reciente partida, si bien nos embarga de un sentir melancólico, nos convoca, ante todo, a celebrar y a elevar la voz en un sonoro "¡Gracias!" por una vida entera dedicada a sembrar alegrÃa a lo largo y ancho del orbe.
Más que un director, el Maestro Ithier fue un arquitecto de la felicidad. Desde 1962, su visión inquebrantable forjó una de las orquestas más emblemáticas y longevas de la historia, traspasando fronteras y generaciones con un repertorio imperecedero. Sus canciones, dejen que se lo diga, son la banda sonora de nuestras vidas, el eco de innumerables celebraciones familiares, verbenas populares y carnavales. Don Rafael no solo dirigió; él enseñó con el ejemplo la disciplina, la constancia y el respeto por el arte. Cada arreglo, cada compás, lleva impreso ese sello de calidad y sabor inconfundible que ha hecho bailar a abuelos, padres e hijos, desde San Juan hasta Madrid, pasando por Nueva York y Cali. ¡Vaya ofrenda la que nos deja este insigne músico puertorriqueño!
Ahora bien, a las puertas de estas fiestas decembrinas, cuando el ánimo se enciende y las familias se congregan, la ausencia del Maestro Ithier se hace sentir con una punzada especial. Es en estos dÃas de aguinaldos, buñuelos y brindis donde las melodÃas del Gran Combo, como No hay cama pa' tanta gente o La fiesta de Pilito, se erigen como himnos irrenunciables. Nos hará falta, sÃ, saber que aquel hombre de la Salsa ya no estará en el ruedo, vigilando con su mirada afable la perfección de cada nota. Sin embargo, su espÃritu reside en cada disco de vinilo que desempolvamos, en cada parlante que retumba con un clásico y en cada pareja que se lanza a la pista al grito de "¡Mambo!". La Nochebuena y el Año Nuevo seguirán sonando a Gran Combo, porque su música, bendita sea, es inmortal. Elevamos una plegaria por su eterno descanso y le decimos, con el corazón hinchado de gratitud, que su legado es la mejor herencia que podÃamos recibir.
¡Que viva el Maestro Rafael Ithier!



