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Desde sus primeros días, la voz de Santiago resonaba con una belleza innegable. Desde una edad temprana, mostró una capacidad didáctica natural para dominar los tonos y melodías. Con una guitarra en mano, aprendió a crear música, inspirándose en cada rincón de su entorno. Así nació su primer trío romántico, llevando su música a bodas y fiestas locales. Su talento pronto fue reconocido, ganando su primer premio en el programa de televisión "Tribuna del Arte".
El destino de Santiago tomó un giro audaz cuando se unió a Chuíto Vélez y las Estrellas Boricuas, llevándolo a los escenarios de la bulliciosa Nueva York. En los clubes nocturnos de la Gran Manzana, demostró su virtuosismo, cautivando al público con su ritmo y su habilidad para el baile. Fue entonces cuando captó la atención de Ray Barretto, quien lo invitó a unirse a su banda.
Con Barretto y Chuíto, Santiago se embarcó en una carrera musical impresionante, colaborando con varios grupos y grabando álbumes que se convertirían en clásicos de la salsa. Éxitos como "Llévale A Mi Amor", "Tirita" y "Debut y Despedida" resonaron en todo el mundo, estableciendo a Santiago como una de las estrellas más brillantes del género.
Aunque el escenario teatral perdió a un talento prometedor, la música ganó un verdadero tesoro en Adalberto Santiago. Su legado perdura como uno de los más destacados en la historia de la música, recordándonos que a veces, los mayores éxitos vienen de los caminos menos transitados.
